no existís,
no
en mis pensamientos;
no en cada acto, hasta en el más rutinario,
tampoco, en cada nuevo paso,
nuevo rumbo,
nuevo sueño.
No estás
en medio del desayuno,
no en las conversaciones imaginarias,
no en la cocina,
ni en el baño,
ni en el cuarto.
No miro más allá
del punto al que mi vista llega;
no te busco
en ningún sitio
conocido,
por ambos,
ni por mí;
aprendí a ser feliz
en mi compañía;
no es tan malo
recorrer esta primavera tentadora,
de mi propia mano,
con mis ideas,
mis continuas, indomables,
ansias;
ahora
que llegan
las noches más cálidas,
los ojos se encienden,
encandilan,
ante la mera perspectiva
de un giro inesperado,
esperado;
y la posibilidad siempre latente,
-¡al fin, puedo verla, esperarla!-
de un quizás,
¿por qué no?
asombroso,
excitante,
recomienzo.