Lo guardo
donde ni yo misma
pueda hallarlo;
sin embargo,
sé que está allí,
muy próximo,
sé que no desea, no espera nada de mí,
tampoco yo espero nada,
sin embargo,
¿por qué
esa sensación,
privativa de una hora, en especial?
la hora de esos sueños
que no pudieron evadir
ni por un rato,
su nube onírica;
la hora de los imposibles,
de la cabeza, la piel, muy lejos del presente,
en tanto, el alma aúlla las mismas viejas historias,
reclama reiteradas
promesas
que no debí hacerle
nunca.
Claro que hay un sitio especial,
un cofre repleto de piedras preciosas,
sin dragones
custodiándolo;
dispuesto a abrirse,
dispuesto a volver a ofrecerse
para luego
cerrarse
con brusquedad,
a salvo de mis deseos,
de mi intensidad,
de esa ingenuidad
que aún me hace creer
en que algún día puede ser,
puedo, podría, podríamos...
pido milagros diurnos,
nocturnos,
sueños que sostengan
esas remanidas ilusiones,
que arrojen, finalmente,
realidades;
¡tan solo
una oportunidad!
pasa el tiempo
y me juro que ya no,
tarareo esas melodías que no te evocan,
ni lo harían;
invito a aquellos recuerdos
en los que no participaste,
imagino lugares a los que concurrí
sola, con otras personas;
pero siempre estás,
¡siempre!
y vuelvo, cada tanto,
insisto
en reabrir el inmenso tesoro
sin resguardo
mas, apenas lo hago
tengo que quitar, enseguida,
las manos,
el corazón,
las expectativas, las ganas,
antes de que
se cierre de golpe
pero esta vez
no haya salvación.