Es un "vamos",
es una mirada
todavía adormecida
hacia el horizonte,
sin dejarse detener
por las moles de cemento;
extender la vista
hacia las últimas nubes,
las que apenas,
se descubren
a lo lejos;
ellas
son, serán protagonistas
de otras historias.
por estos lados,
solo dos, tres nubes
blancas
y una franja, también blanca,
en medio del azul del cielo
y el pino
que soportó el viento más despiadado
sigue mostrándose fuerte, firme,
contrastando
con los árboles de menor tamaño.
Un retazo de la naturaleza,
aquí, desde aquí,
a pocos metros.
Y el más pequeño,
o uno de los más pequeños
-creo que ya les conté sobre mi pino-
sobrelleva
vientos, lluvias, granizo;
en ocasiones, se inclina tanto
que temo
por su supervivencia,
sin embargo...
la fortaleza,
en ocasiones,
se impone y mucho más
en los -en apariencia-, más débiles;
ellos pueden doblarse,
puede parecernos que sucumbirán,
que su aparente fragilidad
los hará derribarse fácilmente
pero no es así,
algunos son más fuertes
que los a simple vista,
"indestructibles";
no es la altura,
no es la frondosidad,
no es la antigüedad,
no es lo que se observa,
ni lo que se supone
o se teme;
caerá
quien tenga que caer,
quien no pueda más,
luego de luchar hasta el final,
frente a las tempestades
más devastadoras;
resistirá
quien crea en su capacidad de resistencia;
quien no permita que el espíritu
renuncie a su obstinada empresa,
la de ser el que sostiene
ante las dificultades,
ante las peores situaciones,
ante las pérdidas,
ante la supuesta derrota,
ante la inevitable tentación
de dejarse llevar,
de sucumbir,
de abandonar.
El pequeño pino,
pese a mis pesimistas vaticinios,
no bajará sus brazos verdes
tan fácilmente;
¡en la naturaleza
está todo!
también, el ejemplo,
la enseñanza
de esa persistencia silente,
generosa,
enfrentada a tantos altibajos climáticos;
¡enfrentada al propio hombre!,
-parte, indudable, de su mismo entorno-
el hombre
en su faceta más vil,
al punto de convertirse
en su más amenazante
enemigo.