Caminaré
en puntas de pie
para que los días que vienen
no se enteren
de mi presencia;
silenciaré
mi voz;
solo será palabras,
frases escritas
para quien se detenga
a leerlas,
para aquellos
a quienes sirvan;
iré despacio,
sin sueños,
sin expectativas,
oprimiré los recuerdos,
imaginaré que los encierro
en una bóveda, inexpugnable,
para que no duelan,
para que no perturben,
para que no me detengan
no más.
Si llega a ser posible
algo de lo tan deseado
lo será,
de todos modos,
quizás, como otras veces,
en cuanto menos lo esperé;
hay momentos
claves
en los que solo hay que parar.
Volver a la misma esquina
para buscar otra, enseguida,
para cambiar el rumbo;
llevar con uno
solo lo imprescindible,
dejar el peso de las culpas,
de los miedos, de las supuestas derrotas,
de los no,
de los sí
inútiles.
Dejar de perder minutos,
horas, años
en esa obstinación,
la que siempre
juega en contra.
Será, se dará
lo que tenga que ser y darse;
no voy a insistir,
no voy a pelear por ello,
no voy a seguir
golpeando puertas
en vano;
dejaré a un costado
el sueño mayor,
el sueño más preciado de todos mis sueños;
el que persistió
y resistió
al tiempo
y entonces
me elevaré,
me haré fuerte,
seré, intentaré ser lo que nunca pude
o no quise
y eso se reflejará
sobre mis blancos,
ávidos de nuevas ideas,
nuevos impulsos,
nuevas temáticas;
lejos,
muy lejos,
de aquella
inacabable,
opresora,
sensación
de no poder.