Incienso y mirra
para que todavía
tus sueños se sostengan,
así sea, con hilos muy débiles;
para que en medio
de esa guerra despiadada
puedas hallar tu muñeca,
la única,
tu juguete, tu consuelo;
incienso y mirra
esta vez, antes, tampoco antes
pasaron por ahí,
será la próxima,
será la próxima.
Incienso y mirra
del cielo cayeron
otra vez,
aunque más sofisticados;
el miedo, el recuerdo del miedo,
la reconstrucción del miedo,
los "regalos".
En tanto,
en el otro mundo,
una niña muy rubia
rodeada de afectos, de cuidados,
de objetos
ríe, se alegra,
mientras desenvuelve montones de obsequios,
alguien la filma
y el video se expande
por el mundo entero,
bueno, el mundo que ella conoce,
-en fin, el mundo-.
Y esa familia a la que nada parece faltarle
-salvo empatía, compasión, consideración
consciencia y otras "cositas"-
recibe mucho dinero,
¡muchísimo!
por esa estúpida grabación
de esa niña muy rubia
desenvolviendo sus tantos paquetes;
niña, padres,
que nada saben,
ni quieren, ni querrán saber
acerca de la vida
de otros niños,
de otros sitios,
de tantas miserias,
de tantas carencias,
de tantas cartas
jamás escritas,
destinadas a unos supuestos reyes
que para tantos niños
nunca pero nunca
existieron.