A veces
le pierdo las ganas;
desfilan
alguna, otra, las mismas,
distintas
palabras
y yo...
nada.
Por el contrario,
me molestan,
intento alejarlas
como a insectos,
a palmetazos
y aun así...
corroen, corroen,
me habitan
se me atragantan,
intentan ahogarme.
Y yo...
nada.
Me pregunto, en ocasiones,
siempre,
¿qué haría entonces?
¿qué, si esto no funcionara más?
¿qué, si mi cabeza, mi imaginación,
mis sueños
todo se detuviera,
si perdiera la inspiración,
el impulso,
las ansias?
¿qué sería de mí
si eso ocurriera?
y sigo pensando
o casi no pienso
o pienso en que no debería pensar tanto
y ellas, las palabras
insisten en quedarse ahí,
-¡quién sabe en dónde!-
y yo...
nada.