Siempre
creer
en algún dios, en el universo,
en espíritus, en ángeles,
en lo que fuera
y antes que nada
¡antes que todo!
en uno mismo.
Así,
todo se venga abajo,
todo salga al revés,
hayamos hecho lo posible, lo imposible
por lograr lo que fuera,
en el amor,
en cualquier otro aspecto
de nuestro existir;
así,
todo, absolutamente,
nos esté saliendo pésimo,
confiar, siempre confiar.
En la espera
está la factibilidad,
la alegría al imaginar
que podría acontecer;
¡que podría lograrse,
que podríamos!
en el camino,
aunque se nos presente pedregoso,
plagado de obstáculos
está el encanto,
la magia
de la vida.
Para que al fin,
-si así lo deseamos-,
aprendamos
que no todo es posible
y todo lo es,
al mismo tiempo;
que hay cosas,
hay sentimientos,
hay pasiones,
hay sueños
que no se concretarán,
que no nos serán retribuidos
pero sí son nuestros,
surgieron, surgen en nosotros,
nos pertenecen;
viven en nuestro corazón,
en nuestra piel,
y nada, nadie
ningún detractor
de ninguna clase
podrá arrancárnoslos.