Rabia y tristeza
de que todo el tiempo, durante años,
las mentiras
se hayan "transformado",
se sigan transformando en verdades;
de que las pocas pero válidas certezas
se aúnen, se desesperen por salir,
por revelarse y rebelarse;
¡se deseen gritar
por todas partes!
¡de que no nos atrevamos
y de que pague, siempre,
el que se atreve!
tirarles toda su basura
en sus malditas caras
de piedra,
en sus máscaras,
sus tantas máscaras
apropiadas, todas ellas,
según la ocasión.
Dolor,
decepción
ante lo que se ve,
lo que se oye,
lo que no se ve
ni se oye;
de que todo deba filtrarse,
todo deba ser tomado
con precaución,
¡uno se siente tan solo!
uno se siente
un imbécil
a quien todos intentan, creen
convencer, manipular,
¡convertir!
atraer
a su pútrido y retrógrado rebaño;
¡no lo harán!
no lo permitiré,
ni muchos de nosotros lo permitirá;
creímos, a ciegas,
en tantas cosas,
cuando niños;
nos inculcaron
miedos, ideas falaces,
nos adoctrinaron,
-no es algo que se da
solo en estos tiempos-:
lustrosas imágenes
en imponentes pinturas,
fotografías, libros,
pasquines
detrás de los cuales
se ocultaban
las más oscuras oscuridades;
quisiera huir,
pues esta es la única manera
que encuentro
por ahora;
decirme y decirles:
no le crean del todo a ninguno,
no acepten lo que les digan
sin averiguarlo, sin investigar;
no canjeen la pureza de su espíritu,
a cambio de ceder en cualquiera de sus principios;
no embanderen
a héroes destartalados,
¡héroes que nunca lo fueron,
inventados para ocultar, ¿justificar?
las tantas atrocidades
de los que jamás
serían, siquiera,
pensados como posibles héroes!;
uno es el héroe.
Levantarse cada día,
inventar un propósito,
dar de sí
lo que se pueda, lo que se tenga,
una sonrisa,
una palabra,
una mirada distinta
de lo mismo,
una mirada
no contaminada de esa basura ideológica;
una mirada de cielo,
de mar, de bosques,
de sol, de estrellas,
de naturaleza,
la verdadera,
la única verdadera.
La que no intenta seducirnos,
convencernos, atraparnos,
lastimarnos;
la que no nos pide nada,
nunca
y nunca lo hará.