Detrás del cortinado
espío;
no me convencen
esos rostros,
los que parecen tenerlo
todo tan claro;
los que eligieron bien,
deciden lo que hay que decidir,
hacen lo que hay que hacer;
los que están...¿en lo cierto?
¿qué sabrán,
cuánto sabrán,
qué enciclopedia,
qué cursada universitaria,
qué profesor, qué maestro,
qué gurú
les hizo creer
en ello?
espío.
Hay unos ojos,
tímidos,
enseguida,
se encuentran con los míos;
no hace falta
decirnos nada,
no hacen falta
palabras, ni gestos,
bastan las miradas;
no hay verdades absolutas,
no hay certezas inexorables,
nadie está del lado del bien,
nadie, del mal;
todos tenemos
un poco de todo;
secretos
que desconocemos
o conocemos
y no nos atrevemos a confesarnos;
todos
subiendo y bajando,
descendiendo hasta el fondo,
ascendiendo luego
más, menos tiempo,
nos lleva
pasar de un lado al otro;
-a veces,
ambos lados coinciden-;
no sirve juzgar,
sin antes, mirarnos
¡mirarnos, de verdad!
frente al espejo,
-al que no miente-
o al que menos miente;
veremos qué hay detrás
de esa apariencia apacible,
quizás, sonriente,
quizás, alicaída,
quizás, iracunda;
siempre está ese detrás;
no hay ninguno
ni mejor ni peor
que cualquiera de cualquiera de nosotros;
estamos en este lado
y nos reímos, nos burlamos,
nos ensañamos
con los que cayeron,
los que no pudieron consigo
o con la vida,
al punto de
bajar y no poder regresar;
como todo vuelve
-y no es solo una frase de las abuelas-
puede tocarnos:
buscar, intentar buscar
aquel cielo,
desde la oscuridad del pozo más profundo;
sentirnos impotentes,
culpables,
solos,
horriblemente
malignos;
y estarán ellos,
los "perfectos",
-entre los que nos contábamos también-,
asomados al borde del foso,
con sus satisfechos rostros,
convencidos de haber hecho "lo correcto";
con sus malditos dedos
señalándonos
hasta perforarnos las sienes;
volcando todo ese odio
que no estaría destinado
a los supuestos culpables;
ese odio
no es de ahora;
viene de antes,
viene de esa niñez,
de algo que vimos, que vivimos,
de algo que soñamos
y no sucedió;
viene de ese sentimiento
de no ser, de no haber logrado,
¡de no haber triunfado!
ese odio,
ese resentimiento,
ese deseo de venganza
habita, desde hace tiempo, en nosotros,
invade, contamina
empobrece
nuestro espíritu
y no daña a nadie
con tanta magnitud
como lo hace con nosotros mismos.