entre tanto
sufrimiento,
tanta miseria,
carencias, enfermedades,
desesperación.
Gente
que de pronto
ve desmoronarse su mundo,
su micromundo
y no sabe,
no entiende,
no puede con eso;
ninguno está preparado
para algunos desafíos
que la vida
en medio de tantas emociones,
amores, trabajos,
logros,
sorpresas, risas,
distracciones,
aturdimiento,
nos tiene
deparados.
Es difícil
poder creerse fuerte,
poder creerse capaz
de enfrentarse
a lo peor,
como si de pronto,
un sol brillante, de esos soles de verano,
se esfumara
y la oscuridad más tenebrosa,
impenetrable,
invadiera por completo
aquel cielo celeste
del que nuestros ojos
apenas, un rato antes,
-así, no le diéramos relevancia-
disfrutaban;
por eso,
lo de vivir lo que nos toque,
aun lo difícil:
a veces, leve,
a veces, tremendo;
este instante valioso
¡tantos instantes valiosos!
en que puedo escribir esto,
en que pude escribir aquello
no tienen precio.
Podría suceder
que un día no volviera a repetirse
el milagro cotidiano,
la visión, el simple goce
de una mañana
calurosa, fría,
ventosa, de lluvia;
que suceda,
que siga sucediendo,
seguir sucediendo
no debería
pasarnos de lado.
Por eso,
es una suerte,
es una suerte
que no sabemos,
no queremos apreciar
estar despiertos
al don innato,
a la capacidad de crear,
de observar,
de inventar,
de hacer,
de amar,
de transformarse
ahora,
pues solo existe el ahora.
Mañana
veremos
cómo sigue.
Mañana
pensaremos
en cómo seguir.