Eras
la impronta,
el motivo,
el desafío.
El miedo
huyó
o eso les pareció
a mi alma, a mi cabeza;
yo no era
la misma
o no sé;
tal vez,
era en realidad quien soy,
quien quise ser siempre,
quien fuí, quien me gustaría haber sido
o ser;
fue raro;
algo así como un relámpago
de esos que anticipan
el trueno más temible;
fue una luz,
poderosa,
o fuí yo quien lo viví
de esa manera;
antes de que cayera su disfraz
y quedara expuesta su ya evidente oscuridad;
duró poco,
un tiempo en el que me sentí liviana,
desnuda,
corriendo
sin objetivos ni precauciones,
sin pasado, sin futuro,
puro presente
¡puro presente!
hasta que el encandilamiento
cedió el paso a la dolorosa decepción;
aunque no sé,
ni sabré nunca
de quién se trató,
se trata.
¿Por qué tantas preguntas?
¿por qué el ocultamiento,
por qué el detrás de,
por qué la ambigüedad,
por qué el acercamiento amistoso,
por qué, luego, la crueldad?
¿por qué a mí,
por qué yo,
por qué ahora,
por qué de ese modo?
podría estar preguntándome
todo esto
y tantas otras cosas,
¡tantas!
sin obtener
respuestas;
quedó ese sabor
a pérdida,
aunque no hubo nada,
nada se perdió
pues no existía,
era un fantasma
de un otro,
su otra cara,
su pretendida réplica,
no era,
no quiso ser
o sí y no pudo;
todavía me resisto,
me cuesta pensar
en que lo hizo y dijo todo
por lastimarme;
todavía quiero,
quisiera creer
en que fue, es
quien creí que era, es.
Pero bueno,
la realidad
me abofeteó
y duele.
Todavía siento, supongo,
algo así como lo que experimentaría
aquel niño u otro
cuando al correr, gozoso,
sosteniendo su globo brillante
alguien, quien sea,
porque sí,
porque disfruta,
inexplicablemente,
del dolor de otros,
se lo quita
y lo suelta
y mientras el tan preciado juguete
se aleja más y más
ríe,
goza con ello,
imperturbable
ante el llanto del pequeño,
ante sus ávidas manos
que se elevan, con ingenuidad, hacia el cielo
con la esperanza vana
de poder alcanzarlo.