No esperar,
nunca esperar.
Si se da
lo que fuera,
si se está con alguien
cuando lo necesita,
si se acompaña
-o se intenta hacerlo-
a quien sea
en el padecimiento,
el abandono,
la pérdida,
la desesperanza;
si se lo ayuda
alguna vez,
material, espiritualmente,
-no importa de qué tipo de asistencia
se trate-,
no se debe,
no se debería
¡jamás!
recordar -o en realidad, reprochar- esas dádivas
"disimulando", a veces,
a través de palabras, frases irónicas;
¡porque eso duele,
porque eso duele!
tampoco, aguardar
devoluciones;
la vida
será quien ponga las cosas
en orden
o las desordene
del todo
siempre, para que uno aprenda,
siempre, para que se entienda,
se comprenda
casi todo de algo;
nadie está a salvo
de ser quien necesite
un abrazo, compañía,
palabras estimulantes,
apoyo, sostén,
también,
ayuda económica
en momentos difíciles;
nadie está a salvo
de ser el carente
de lo uno
o de lo otro;
por eso,
decir
te dí,
te presté,
te acompañé,
te banqué,
y tantas frases por el estilo
es de necios,
es de mala gente,
no es humano,
refiriéndome
a lo humano
como el colectivo
de virtudes, bondades
¡de incondicionalidad!
que hacen a una persona
digna de ser llamada así;
por eso,
no pidan perdón
aquellos que reclamaron,
demandaron esto, lo otro
a cambio de...
subestimaron, de mil maneras,
a aquel
a quien socorrieron antes;
quizás,
haya quienes crean
en ese posterior arrepentimiento.
Por mi parte
no les creería,
no.