Nada más emocionante,
adrenalínico
que imaginarlo
donde debe estar,
así,
no tenga la menor idea
de los colores,
los aromas,
los ruidos,
el paisaje;
apenas,
alguna foto, imagen
que puede ser
o no,
nunca es igual
que estar en el sitio,
que vivirlo,
día tras día;
de pronto
no está mal
agitar la imaginación
cuando está algo alicaída,
apoltronada en un rincón,
el mismo rincón
polvoriento
en que se desperezan
el desgano, la desidia
el abandono de la creencia
de que algo es posible;
también, esa inexplicable e increíble inclinación
hacia las artes, hacia la poesía,
las tantas historias
que se cuentan,
las que no;
no está nada mal
compartir tantas cuestiones,
revivir sueños olvidados,
experimentar eso que llaman
catarsis;
agita la sangre,
despierta los silencios,
invita a completar
los renglones vacíos,
a cerrar,
a ayudar a cerrar
ciertas ideas,
ciertas posturas
frente al miedo,
ante iguales o distintos
desafíos;
¿qué es, finalmente la vida?
¿comer, dormir,
mirar TV,
leer algún buen libro,
escribir esto,
escribir, luego, otra cosa
o algo similar,
expresado de otro modo?
¿coincidir un rato
con alguien,
reírse
de lo mismo
o no,
nada que ver;
jugar a que se siente,
jugar a que esas cosquillas
vuelven,
jugar a ser felices
creer, confiar, de nuevo
o pretender hacerlo?
es todo eso
y no lo es.
Es una palabra,
un sonido
que acarició, sin preverlo
un punto clave,
que quedó enredado
en vaya a saber qué resorte
de algún fragmento del pasado
o del que nos convencimos
que pudo haberlo sido;
o de un presente
que nos cuesta asumir
e instalarnos
para hallar, al fin,
cierto calor que muy probablemente
no se parece demasiado o en nada
a aquel otro,
aquel que se deseó, se desea
recuperar
aun así,
sugiere algo que no sabemos bien
qué es
tal vez no sea lo perfecto,
justo justo
lo que idealizamos
mas si nos abrimos,
si nos permitimos ver,
percibir,
quizás, exista ese intersticio
por donde se introduzca
la magia,
y halle, ¡al fin!
nuestro escondite.