cómo derrumbarse
no necesita
factores externos,
ni problemas
de ningún tipo,
ni amores contrariados,
ni falta de dinero,
ni virus mortales al acecho,
nada.
El hombre
puede perder la fe
en cualquier momento,
incluso en el que otros, -salvo él-,
consideran su mejor momento;
el hombre tiene el arma
que termina aniquilándolo;
cuando se deja
de soñar,
de reinventarse,
cuando se renuncia
a toda posibilidad,
cuando se descarta
la existencia de opciones,
cuando se cierra a todo,
aun, a aquello que podría elevar,
conducir a la felicidad;
conducir a la felicidad;
cuando no interesa
hacer ni el menor intento
se pone en marcha
el proceso de autodestrucción.
Las ilusiones, el sentido
van cayendo
ante el deterioro
cual revoque
de una vieja pared.
Todo está en la cabeza,
en el espíritu;
Pues,
así, se tratara de un hecho muy grave,
en alguna parte, interna,
se aloja ese instinto, el impulso,
ese ya pasará, se dará, ocurrirá...
Por eso, uno se levanta
día tras día
quizás, sin ningún propósito especial,
ni promesas de cambio alguno,
tampoco, solución
al conflicto que pudo desvelarlo;
quizás, apenas y nada menos
lo arranque de la cama
el mero hecho,
el grandioso hecho
de abrir los ojos
y agradecer
otra bienvenida
a un nuevo día.