planear ese mundo onda "Lennon":
todos unidos,
sin divisiones, sin países,
sin discriminaciones,
luego
de
esto.
No lo veo de ese modo,
¡pido disculpas!
Veo al avaro
aferrado a lo que le quede,
intentando acaparar
más y más,
mucho más interesado en ello
que en sus sentimientos;
veo a la naturaleza
hoy, renacida,
hoy, tan verde, tan azul, tan amarilla
ignorada
una vez más,
maltratada,
no reconocida,
aniquilada
como antes
de esto.
No sé bien
de qué enemigo se trata.
Supongo que está en el hombre,
en nosotros
la posibilidad
de desviralizarnos
pero no confío
en la raza humana;
hoy
son corazones,
frases bonitas,
buenos deseos,
ideas arrojadas
aquí, allá
que enfocan en ese imaginario
o deseado, en un punto,
universo florido,
próspero,
algo así como una raza
absolutamente renovada,
de regreso
a sus valores esenciales:
la empatía,
la consideración del otro,
el respeto por su diversidad;
y se hacen canciones
y poemas,
historias
se organizan esas llamadas cadenas virtuales
basadas en una creencia,
la que fuera,
basadas en un Dios o como se llame
mientras la mayoría
ni cree en que resulte,
una, otra cosa,
una, otra cosa,
mucho menos, en milagros;
se insiste, se repite y se repite
sobre lo que supuestamente
aprenderemos
en el caso de sobrevivir;
y yo no creo
que sea tan sencillo.
Fíjense
cada vez que fallece un ser querido,
muy querido
se piensa, se comenta, ¡se asegura!
que se ha entendido,
que se ha recapacitado
sobre lo que importa, en verdad,
y hay arrepentimientos,
llantos
en verdad,
mucho más, vinculados a las culpas
mucho más, vinculados a las culpas
que a la compasión, a la fraternidad,
a los afectos;
a los afectos;
pues, al poco tiempo,
nada...
se sigue en lo mismo,
se retoma la priorización de lo banal,
de lo material,
a la competencia,
al estallido de una u otra forma
de esas rabias que guardamos dentro
y no perdemos ocasión
de arrojárselas a la cara
a quien sea,
por el medio en que sea
sin pensar
en aquello de que un día no estará,
no será posible el arrepentimiento
no será posible el arrepentimiento
y entonces lo reconoceremos,
sin memoria
de anteriores situaciones similares
así, de nuevo y de nuevo
las lágrimas por dentro y por fuera,
las lágrimas por dentro y por fuera,
que no sirven más
que para reafirmar
lo imbéciles
que fuimos,
somos y seremos
pase lo que pase.
Ni el dolor,
¡ni el inmenso, indescriptible dolor!
¡ni la muerte
de tantas personas
cambia, cambiará nada!
La naturaleza humana
es vil, egoísta,
destructora;
a pesar de sus fingidas,
casi convincentes
buenas intenciones
(siempre pensadas a futuro)
es fácil, muy fácil presa
de su yo,
de su yo,
¡de su yo!