como si le hubieran rasgado
su atuendo
y una hoja filosa
lo hubiera penetrado;
entonces
un rumor
proveniente de un vacío
indicaría
la tan temida nada
que es peor,
mucho peor
que la muerte misma.
Uno siente ese dolor,
esa ansiedad, esa angustia;
no importa en qué medida
lo alcancen
las carencias,
a tantos,
todas las carencias
de salud, alimentos,
de contención,
de amor.
Uno percibe, huele, toca,
se inmola
porque de otro modo no se puede
vivir,
ni siquiera, sobrevivir
en medio de los escombros
de un mundo que no para de derrumbarse.
Uno se inmola
mentalmente.
Se convence de que ya no es,
de que ya no podrá ser
nunca más
nunca más
el que reía
por y de cualquier cosa,
el que aspiraba el perfume de esas flores
en primavera,
el que se detenía
en medio de donde sea,
a mirar la luna
y abrazaba
a los árboles;
el que soñaba
detrás de su ventana
con paisajes, universos
desconocidos,
increíbles;
el que se apropiaba
de sus sueños
en los que todo era posible
y más;
uno siente
a veces
que no vale la pena,
que no sirve, que no alcanza
con la esperanza,
con las fuerzas,
con la fe.
Que no hay un dios
que colme esa necesidad insatisfecha
de amparo, de certezas,
de la más pequeña ilusión
de poder lograr
lo que fuera,
un montón de abrazos, besos
de quienes ama.
Queda respirar,
contener las lágrimas
¡hay muchos
a quienes levantar del suelo!
no es solo techo, comida,
calor,
pero los hay y en demasía
quienes no poseen
ni lo imprescindible.
Y no ven cercana
la posibilidad de obtenerlo,
para no enfermarse,
para alimentar a sus hijos,
para subsistir.
Ellos ya descartaron
aquel escape onírico
desde hace tiempo,
-quizás, jamás lo conocieron-.
Nosotros
podemos soñar,
¡podemos, todavía podemos!
decir lo que nos explota,
lo que nos arroja, siquiera por un rato
al pozo más profundo;
¡podemos gritar!
¡podemos pensar en que algo, en que de a poco,
como sea, cambiará!
tenemos el arte,
tenemos las fuerzas,
tenemos tantas cosas
que ni siquiera advertimos:
tenemos salud, educación,
hogar, amigos;
podemos, sigamos insistiendo,
¡arriba esos brazos caídos!
no flaqueemos, somos necesarios,
somos humanos;
las risas volverán,
las flores seguirán estando,
también, los árboles,
¡no hay sueños imposibles,
nosotros lo sabemos, lo supimos siempre!
no nos olvidemos de ellos
que son muchos,
muchísimos,
los que hay que ayudar
a levantar del suelo.