la distancia,
los años de impasse,
los riesgos,
el pánico, la incertidumbre
que alcanzan a ambos.
Todo lo que nos unía
parece haberse esfumado;
todo cuanto quizás, pudo habernos unido
en un contexto diverso,
no lo hizo.
No hubo más preguntas,
ni respuestas,
ni discusiones,
ni acuerdos,
ni un compartir
situaciones tan similares
o no tanto pero...
Ni un solo dato,
nada sobre vos, sobre tu vida,
sobre tu estado de ánimo,
tu salud, tu trabajo,
nada.
Ni una sola palabra más,
ni un llamado, mensaje,
absolutamente nada.
Como si te hubieras extinguido.
¿Sería posible que ocurriera algo parecido
dentro de mí?
para continuar,
para extrañarte menos
o mucho menos todavía,
para dejar de extrañarte.
¿Cómo conseguirlo?
cuando la sangre, el corazón
laten desaforadamente
y en mayor grado,
al no acceder al reencuentro
de ningún modo;
habiéndolo intentado todo o casi todo,
-díganme, si no, los que saben de estas cosas,
de los amores que parecen castillos inexpugnables
mas de pronto se tornan arena, polvo,
inexistencia-.
Y nadie vuelve a saber de ellos,
en ocasiones, ni sus protagonistas.
En mi caso,
no consigo, no conseguiría
apartar de mis sentidos
el sabor tan particular de tu boca,
incomparable,
exquisito,
con ese decir algo apresurado,
a veces, dulce, pasional,
mágico;
otras, duro, certero
cual espada filosa
con el poder de penetrar en mis zonas más sensibles,
en esa creencia ingenua, tonta
de que existen amores que hacen historia,
que nada, nadie pudo, puede ni podría doblegarlos,
menos, destruirlos;
pero bueno,
no hay palabras,
no hay llamadas,
no hay imágenes,
¡esa mirada!
imposible, más que imposible
olvidarla.
Y aunque siga esperándote,
muy poco o nada espero;
al menos, la leve certeza
de que te movilizo de algún modo,
al rozar tus pensamientos, añoranzas
en ciertos instantes.
Es probable que si esto ocurriera,
lo esconderías tan secretamente
¡tanto pero tanto!
que ni vos mismo
intentarías, ni querrías
hallarlo.
Por mi parte,
como escribí antes,
sigo esperándote.
Así, muy poco o nada espere.