y no saben;
uno con sus manías
clavadas en el cerebro
como tachas
se irrita
por todo
o casi.
Gritan.
Necesitan
sentirse vivos
¿y por qué no?
¿cómo lo hacen, acaso,
los perros, los gatos, los pájaros?
emiten sus respectivos sonidos,
recordándonos su existencia
sabiéndolo
o sin saberlo
necesitan demostrar
que están,
sea instintivo,
sea por naturaleza,
como sea.
Por otra parte,
los hay
que no acuden
al grito, los ruidos, los golpes
explícitos;
el ruido
está en las letras,
en las melodías,
los que componen,
en las canciones,
en los pinceles, en los colores
que mágicamente,
en un papel, en un lienzo,
despliegan la traducción de un paisaje,
un rostro, un acontecimiento,
un conjunto de tonalidades
en una combinación planeada o no
que parece no significar nada
y significa
mucho más de lo que nuestra imaginación
puede recrear.
(Admiro sobremanera a los pintores,
lo habrán notado).
Es entonces
que esa voz, ese grito, ese "ruido"
fluye desde una imagen, un escrito,
una composición musical,
una escultura.
Otros
no supieron
no les interesa
no tiene por qué
interesarles
el arte
en ninguna o en casi ningún aspecto
y está bien.
El grito
se hará audible;
se leerá, claro,
más fácilmente.
Es uno de los tantísimos modos
de expresarse
quizás, motivados por distintas emociones, situaciones:
cansancio, enojo, aburrimiento,
rebelión, desánimo, rabia,
¿quién sabe?
por eso
mi propio grito
que puede o no fluir
de este, de cualquier texto
en ocasiones, sufre en su proceso
por los gritos tangibles,
los que el oído capta,
los que perturban
en ocasiones,
la concentración, la inspiración
pero bueno...
ellos, nosotros, todos,
cada uno a su manera,
podemos gritar
todavía.
Hay muchos,
muchísimos
a quienes
cualquier tipo de manifestación
del sentir,
del decir,
les es vedada,
criticada, ¡condenada!
con mil palabras
con mil acciones;
algunas,
nada sutiles:
despiadadas,
amenazantes,
criminales.