domingo, julio 26, 2020

Ellos, nosotros, todos podemos gritar

Gritan
y no saben;

uno con sus manías
clavadas en el cerebro
como tachas

se irrita
por todo
o casi.

Gritan.

Necesitan
sentirse vivos

¿y por qué no?

¿cómo lo hacen, acaso,
los perros, los gatos, los pájaros?

emiten sus respectivos sonidos,
recordándonos su existencia

sabiéndolo
o sin saberlo

necesitan demostrar 
que están,

sea instintivo,
sea por naturaleza,
como sea.

Por otra parte,
los hay 
que no acuden
al grito, los ruidos, los golpes
explícitos;

el ruido
está en las letras,

en las melodías,
los que componen,

en las canciones,

en los pinceles, en los colores
que mágicamente,
en un papel, en un lienzo,

despliegan la traducción de un paisaje,
un rostro, un acontecimiento,

un conjunto de tonalidades
en una combinación planeada o no

que parece no significar nada
y significa
mucho más de lo que nuestra imaginación
puede recrear.

(Admiro sobremanera a los pintores,
lo habrán notado).

Es entonces
que esa voz, ese grito, ese "ruido"
fluye desde una imagen, un escrito,
una composición musical,
una escultura.

Otros

no supieron
no les interesa

no tiene por qué 
interesarles

el arte
en ninguna o en casi ningún aspecto

y está bien.

El grito
se hará audible;

se leerá, claro,
más fácilmente.

Es uno de los tantísimos modos
de expresarse

quizás, motivados por distintas emociones, situaciones:
cansancio, enojo, aburrimiento,
rebelión, desánimo, rabia,

¿quién sabe?

por eso

mi propio grito
que puede o no fluir
de este, de cualquier texto

en ocasiones, sufre en su proceso
por los gritos tangibles,
los que el oído capta,

los que perturban
en ocasiones,
la concentración, la inspiración

pero bueno...

ellos, nosotros, todos,
cada uno a su manera,
podemos gritar

todavía.

Hay muchos,
muchísimos
a quienes 
cualquier tipo de manifestación

del sentir,
del decir,

les es vedada,
criticada, ¡condenada!

con mil palabras
con mil acciones;

algunas,
nada sutiles:

despiadadas,
amenazantes,

criminales.




Cristina Del Gaudio

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