¡La curiosidad!
¿a qué se debe ese humo,
ese fuego, esas llamas incontrolables?
la curiosidad
especialmente
en los niños;
entonces,
lo inesperado,
o esperado,
-nunca se sabe-
sucede.
De pronto, caen
sobre dos, tres pequeños,
paredes, vidrios, trozos de madera,
de metal
ante sus miradas atónitas,
aunque con un miedo, diría, domesticado,
de tan natural,
de tan cotidiano;
tristemente, habituados
a los ataques, atentados,
explosiones
bombas;
¡Y se salvan,
esta vez, ellos, entre tantos,
se salvan!
nada queda
de lo poco que les quedaba;
se los ve
casi en un estado de "normalidad",
¿resignación?
¿aceptación,
impasibilidad?
envueltos en una situación extrema
que a nosotros
nos resultaría inmanejable,
terrorífica;
ellos sí saben
de pérdidas;
ellos,
desde muy pequeños,
conviven con ese miedo,
esa angustia,
quizás, controlados,
quizás, asumidos
como parte de su destino
o ni siquiera.
Y esas sensaciones o no sensaciones,
apenas, asombro y casi ni eso,
cambió, cambia sus hábitos;
los volvió, los vuelve
más fríos,
más resistentes, en apariencia;
sus juegos,
sus juguetes
van cambiando,
van desapareciendo
nuevos juegos
serán los que tendrán que crear
¡y lo harán!
gracias a esa incansable,
fabulosa imaginación
tan particular
en los chicos,
todos,
en todo el mundo.
¡también ellos!
así, nos parezcan menos sensibles,
así, menos expectantes,
mucho menos asustadizos;
pase lo que pase,
estoy segura
¡siempre habrá un juego
con, sin juguetes!
con nada,
con todo,
que les devolverá,
una, otra vez,
esa tan vulnerada
inocencia.