Días vacíos.
Los pasé, logré sobrellevarlos
buscándote,
en el pino,
en los árboles
que se ven a lo lejos,
en la gente
que pasaba, pasa
con carteras,
bolsas, incertidumbre, miedo;
días profundamente grises
así, hubiera lluvia, sol, nada;
seguí, sigo
buscándote.
Y te hallo,
mi imaginación te halla
pero siempre
enmarcado en recortes ajados,
casi imposible distinguir
lugares, rostros,
situaciones;
allí,
en el baúl de la memoria
o la des-memoria
te encuentro,
siquiera por un instante,
fugaz
como la vida misma.
Me regocijo
con un placer
que ya no puedo sentir
y sin embargo, siento;
me deleito y río, a mi vez,
al revivir la imagen de aquella sonrisa
con esos ojos insolentes
mirando hacia la nada,
¡para luego mirarme
de aquel modo!
y yo, siguiéndolos,
como a todo vos,
como a esa sonrisa
¡imposible, resistirse!
los poetas
amamos
aquello
que no podemos
o nunca pudimos
o pudimos
y ni sabemos por qué
dejamos ir;
Mis versos, mi cantar me acompañan,
me citan lugares, me repiten frases,
las susurran en mi oído;
me impulsan
a no abandonar
esta inútil
empresa.
Puede caerse todo,
absolutamente,
a pedazos;
enfermedad,
muerte,
miseria,
desolación,
todo gira
en torno nuestro,
todo se volvió
amenazante;
menos, este intento,
aunque vano, tonto,
¿una pérdida de tiempo?
el tiempo se alineó,
se aquietó, se paralizó
para muchos, para tantos.
Los minutos, las horas
transcurren
sin que lo advirtamos casi.
No sabemos cuánto más
podremos resistir.
Entretanto,
a pesar de la cruel certeza
de la imposibilidad eterna
-o ¿quién sabe?-
de hallarte, abrazarte, mirarte,
jamás renunciaría
a esta inextinguible búsqueda.