Arde
un nuevo sol,
un sol distinto,
se siente, se vibra
de otro modo
pero está.
Sin saberlo,
me pertenece,
¡y a tantos!
expedicionarios, incansables,
de antiguos sueños,
recortes de la otra,
de otras vidas,
miradas, contactos, palabras;
buceando, en un mar más que bravío,
el implacable mar
de la espera sin fin;
Sonrío, sonríen, sí,
no es alegría,
ni gozo,
-mucho menos, felicidad-;
es la risa estricta, necesaria
para que no se descorra, -no todavía-
el velo del miedo,
del asfixiante desasosiego.
Alguien saluda,
me saluda,
lo reconozco, me reconoce;
como el sol,
¡todavía estamos acá!
por ese pensamiento al unísono
la mueca obligatoria se vuelve sonrisa,
dentro de los respectivos barbijos;
En tanto, sigo mi camino,
o no camino
con, sin
rumbo
haciendo lo imposible por no rozar
la línea divisoria entre la tierra
digamos, firme
y el precipicio;
(no es cuestión de ser
uno de los próximos).