Ninguno supo,
en verdad
por qué
sucedió lo que sucedió;
no hubo conversaciones,
ni aclaraciones,
no se repitieron
intercambios de ningún tipo
luego
de aquello;
nunca lo sabré ni lo sabrás
el por qué,
o crearás tu auto-historia
dentro de tu aturdida cabeza
y yo crearé la mía,
seguramente, muy distinta;
no, no lo sabremos,
no lo sabré, no lo sé
por qué aún mi corazón, mi alma
se relamen en los mismos recuerdos
mencionados hasta el cansancio,
gastados, deshechos, irrecuperables;
extintos por la distancia,
en todas sus facetas;
nunca sabrás
de estos latidos,
de este enrojecimiento súbito
de mis pómulos
cuando algo, lo más insignificante,
me hace recordarte,
extrañar
hasta lo malo.
Y todo se disipa,
y deja de importarme dónde estoy parada,
a dónde me dirijo,
qué está pasando,
si todo es amenazante,
si no pasa nada;
¿nada?
nada más,
nada menos
que ese deseo trunco
de haberte tenido siquiera
por un momento,
ahí,
enfrente de casa
esperándome
con esa sonrisa que nunca volveré a ver
-borré todas esas fotografías-.
Y entonces
¿cómo se sigue?
yo escribo, pido perdón,
me enojo, me des-enojo,
vuelvo a pedir perdón,
explico, cuento, añado...
y no sé si te pasa algo
con todo eso,
no sé si leés algo,
si aún te acordás,
así fuera del peor modo
de mí,
de nosotros,
de aquello,
llamalo
como prefieras.