Ser o estar conforme.
Esa especie de apostolado
que conlleva determinadas prácticas,
en el marco de un modo de vida, diría, estoico
me remite, invariablemente,
al "no te salves"
de Mario Benedetti;
estar "a salvo"
desde ya, una utopía,
pero si existiera la posibilidad
tiene o tendría
un costo muy alto;
al menos yo
no estaría dispuesta a pagarlo:
significa renuncia,
aceptación de lo inaceptable,
¡resignación!
tomar algo,
lo que esté al alcance,
jamás indagar,
tampoco, seguir buscando;
aferrarse a ese algo,
a falta de lo que en verdad, se ansía;
nunca elegir,
nunca intentar, siquiera, elegir,
así, otros
serán los que elijan por uno;
claro que parece más fácil
-o más cómodo-;
claro que (quizás)
no correría riesgos;
¿pero cómo podría,
cómo podría estar con quien me "conviene",
hacer lo que me "conviene",
admitir lo inadmisible?
¡ser capaz
de fingir felicidad
o lo que sería una mentirosa, inmunda felicidad
cimentada en la renuncia
a nuestros verdaderos deseos, ideas, ambiciones,
aficiones!
no, de ningún modo,
al menos yo.
Estar conforme
sería algo así como comerse el pedazo de pan mohoso
y ni siquiera anhelar,
¡ni siquiera imaginar!
el sabor de ese chocolate
o de lo que sea que nos plazca;
no es vergüenza
ser pobre,
claro que no.
Pero nunca renunciar,
nunca mentalizarse con la idea
de "es lo que hay",
nunca, nunca ¡nunca!
quedarse
con lo que está a mano:
si no puedo escoger esto,
acepto aquello,
así, no sea
lo que quiero,
lo que busco,
lo que me desvela.
-Aplica a sentimientos,
objetos, carreras, oficios,
trabajos, vocaciones, etc.-.
Por ello,
no resigno,
no bajo los brazos,
¡no me conformo!
¡no me salvo!
por el contrario,
pase lo que pase
acepto el reto,
no abandono por nada ni por nadie
mis pensamientos, mis sueños, mis objetivos;
así,
quede expuesta a la inseguridad,
al rechazo, la crítica,
la incertidumbre, el miedo,
al fracaso.
¿Acaso, de un modo u otro,
no lo estamos
absolutamente,
todos?