viernes, diciembre 04, 2020

Nadie los ve

 El frío apocalíptico

de una noche;


una noche

que dista en mucho de aquellas,

de tantas, en todos esos años;


cuando mirábamos las estrellas,

siempre con la ilusión

de ver caer


a alguna,


porque alguien nos dijo una vez

que eso traería suerte.


Pero no.


Al menos yo,

nunca pude ver ninguna,

como tampoco vi nevar,

ni crucé el océano,


ni sé, -solo me contaron-,

de otros lugares,

de otros modos,

en que las estaciones son las opuestas,


los horarios, muy diferentes,

las lenguas, las expresiones,

tan particulares


como las personas.


Aunque, en verdad, las personas

pueden tener hábitos, modos de comer,

de expresarse, hobbies,

vestimentas, actividades


diversos unos de otros,


¡pero... el alma!


allí siempre anidan

las mismas sensaciones,

los mismos temores,


el dolor más profundo,


los amores perdidos,

los recuerdos, los olvidos.


Nos aúnan más cosas

de las que creemos.


Hoy

una amenaza


se cierne sobre nuestro día a día,

aquí y también en el hemisferio norte,


donde sea;


¡muertos!


cada vez más muertos

desfilan, noche tras noche,


sigilosos


así, nadie los vea;


entonces todo este horror

parece no estar sucediendo.


Así,


los que hubieran deseado

verlos, siquiera, un instante

previo al nunca más,


aquí, en el norte,

en todas partes,


se consuelan, quizás, con su última foto,

su mejor sonrisa,

sus últimas palabras, sus últimos sueños.


Hoy

que la oscuridad

no se remite a la huida del sol;


hoy

que la oscuridad

nos acecha,


¡se empeña en tomarnos

como rehenes!


si ello aconteciera, otros serían  

quienes nos recordarían


o preferirían fingir que no;


aun, si algún día 

hayamos sido su móvil,


su preocupación,

su ocupación,


parte de su vida.



Cristina Del Gaudio

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