Creemos ser libres
y estamos encerrados.
Y no hacen falta cancerberos,
los obstáculos, en muchas ocasiones,
son solo imaginarios.
¡Presos, presos
de nuestros miedos,
de nuestras inútiles prevenciones,
de esas supuestas "seguridades"!
nos decimos libres,
nos proclamamos libre-pensadores
-y ni siquiera-;
tomamos ideas,
absorbemos, digerimos ideas de quienes
con más o menos buenas o malas intenciones,
nos introducen.
Son sus propios pensamientos,
o lo que pretenden que sean,
que por alguna o varias razones
alcancen a determinadas personas
con determinados fines
o ninguno.
Es su modo de verlo todo,
de entender, de captar
también, de hallar un sitial "importante"
en medio de una realidad global
que los
que nos
supera.
Por eso, quizás,
para tantos,
es preferible adoptar ese pensar ajeno,
acomodarlo
convenientemente,
fingir hasta sentirnos seguros
de estar a salvo,
cuando está en peligro nuestra cabeza,
nuestros principios, nuestras aspiraciones,
¡nuestros sueños!
lo que siempre, de algún modo o de varios,
fuimos.
Lo que somos.
Cuidado con creerse
el cuento de la libertad.
Seamos libres, sí,
en verdad, libres
dentro nuestro.