Palomas blancas
circundan mi no-descanso;
plumas inmaculadas
sobre la almohada vacía;
vacía de sueños,
vacía de secretos,
vacía de expectativas;
¡que horrible
esto de no sentir nada,
ni miedo,
casi...!
al menos,
era difícil
pero era un condimento;
gris
todo se ve gris;
las palomas
también se han vuelto grises,
otras, adquirieron un tono amarronado;
me acechan,
me miran, alternativamente,
con alguno de sus ojos;
apenas, si les temo;
es como si la intensidad
de cualquier sensación,
ante cualquier experiencia
se hubiera apagado;
no sé si volverá aquello,
lo de antes;
si volveré a temblar,
a experimentar ese nudo en el estómago
que provoca el amor, también, la desilusión,
también, la angustia,
también, la incertidumbre;
soy un ser
que cumple tareas,
alguien
que empiezo a no reconocer;
tareas rutinarias,
insustanciales,
adormecedoras:
las repito, las repito,
las repito;
y lo que hago hoy
creo ya haberlo hecho
y fue ayer
y anteayer
y antes;
recuerdo, con nostalgia,
cuando de la nada,
lo obtenía todo;
cuando la más insignificante tontería
era motivo de risa;
cuando me conmovían
tantas cuestiones,
¡cuando lloraba con tanta facilidad
ante el relato de alguna vivencia
de parte de quien fuera,
también ficticia,
proveniente de cualquier autor
en algún libro o de un guionista en cierta película!
como si un velo oscuro,
impenetrable,
me ocultara
aquella magia que solía capturar
en lugares, situaciones
que a la mayoría pasaban, siguen pasando
inadvertidas;
yo no soy
o no era así;
saber tantas verdades,
todas juntas;
saber tantas mentiras,
todas juntas;
confundirme
en medio de noticias,
informaciones de todo tipo
anularon
mi capacidad
de trascender
todo eso
y más.
Quebraron mi esencia,
me robaron las fuerzas,
fagocitaron
mi otrora voraz
espíritu.