La lluvia
exalta, como de costumbre,
el asfalto,
las veredas
cubiertas de hojas secas amarillas, ocres,
de tan variadas tonalidades;
también, los árboles
lucen sin ningún orgullo
sus collares de gotas transparentes,
sus colores de estación
invitan al ensueño,
al recuerdo
de aquellos otros días
en que estas cuestiones
estaban entre las más importantes
o eran las más importantes
-para algunos-;
sonrío, desde el alma,
a esa alfombra encantada,
agradezco poder verla una vez más,
así fuera la última;
¡soy feliz al tener la posibilidad
de vivir
un nuevo otoño!
poder sentir algo tan especial,
absolutamente inexplicable,
quizás, secreto,
al transitar
por los mismos u otros sitios
transformados,
transformadores;
quisiera transmitir
esta intensa emoción,
este fuego interno
que se reaviva
cuando se es atravesado
por semejante despliegue
que no es ni será igual
al anterior ni al próximo;
que quizás, ya nunca sea.
Y es ese misterio,
esa incertidumbre
los que le imprimen
su encanto arrasador.