Mientras pensaba
en una nueva oportunidad,
me dije: ¿es lo que deseo?
y no, no realmente,
solo se convirtió en hábito;
de tanto y tanto ansiar
lo que fuera, a quien fuera
¡uno no puede creer
que de pronto, sin saber por qué,
ya no se experimenten
esas tan trilladas inquietudes!
Uno se cansa
de amar y no ser amado;
-también, de creer
que eso le ocurre-;
le agota demasiado seguir escribiendo,
esperando, en vano, una respuesta,
¡rogando!
todo por conseguir...
todo por conseguir...
a quien
no quiere ser conseguido,
a quien
no importamos nada
y desde hace rato,
tal vez, nunca;
Pero ese empecinamiento,
nos hizo convertirlo en el blanco
de nuestras desdichas, de nuestros fracasos,
de nuestras necesidades,
sean las que fueran;
ese maldito laberinto de recuerdos
que escapan, de tanto en tanto,
del arcón que debería ser inexpugnable.
Sucede, entonces, que nuestra imaginación vuela
hasta ese momento, hasta lo que pudo ser distinto
en ese mismo momento
hasta lo que podría ser
todavía.
Y no.
Es solo uno
combatiendo,
persiguiendo a una sombra,
la de alguien a quien consideramos
fue, es y será
el mágico hacedor de nuestra felicidad,
el deconstructor
de toda esta miseria emocional,
de toda esta soledad que agita, cansa,
¡envenena!
de todos estos miedos,
estas precauciones, estos no se puede,
este encierro;
pero un día, deja de doler,
deja de ser la zanahoria tras la cual
corremos, -aun en sueños-,
porque no existe.
Pues ese otro ser,
el de muchos años después,
perdió el antiguo encanto,
perdió las ganas,
la frescura, el decir;
quizás, esté aún más perdido
que nosotros mismos.
Entonces
no queda alternativa.
Se intenta volver
a nuestra esencia, a nuestro yo,
seguramente,
hay cuestiones por resolver
antes de que se nos de por escoger
al siguiente vaciadero de nuestras penas:
¿una nueva "víctima"?