Yo te puse ese rótulo,
te adorné cual pino navideño:
primero, las figuras , los globos,
el toque final, las luces.
Así fue.
Creado, engalanado
por mi incontrolable imaginación,
brillaste para mi
-o por mi-;
pero el tiempo
desgasta todo
o lo vuelve real,
tan real
que la magia
se vuelve utopía,
cosa de niños;
al guardar, ya sin cuidado,
esos objetos, sin importar su orden,
ni su destino,
aprendí que si alguna vez
anhelara recuperar aquello
no sería posible;
pero sí indagar nuevos modos
de encender, reavivar
la previsible existencia;
(un simple árbol plástico
no bastaría);
salir del trillado círculo,
reencontrarme con los árboles,
¡los de verdad!
y respirar
y renacer,
sin adornos vacíos,
sin luces de artificio;
¡nada de eso!
sino las flores, las hojas,
la hierba fresca,
el sol,
derramándose en luz
y calor
en cada rincón, -aun los ocultos-
de mi insaciable espíritu.