Las historias de siempre
continuaron;
los problemas
no disminuyeron,
-muy por el contrario...-;
los miles de temores
prosiguieron:
me acostaban por las noches,
me despertaban por las mañanas,
me destapaban
hasta dejarme desnuda, fría,
¡sola!
tan sola
que nadie, ni yo
podía comprenderlo;
pero algo hizo que resurgiera,
al parecer, no era mi momento,
no era mi final.
Lo sabía,
ignoro el por qué;
así, tu desamor se sostuviera;
así, mis insistentes mensajes
intentaran embestir, en vano,
tu impenetrable silencio;
la lluvia no se detuvo, no;
tampoco, en esa ocasión
en que los rayos me paralizaban.
Todo siguió igual
o empeoró
o sigue empeorando;
ya no hay lluvia
en mis pupilas:
el viento helado
se ocupó de secarlas
y la ínfima convicción
de que aún,
-pese a todo-
estoy aquí,
¡estoy viva!