No sabe
la guirnalda florida
de mi paso,
no huele mi perfume,
no fue ni es testigo
de mis llantos,
de mis risas;
no sabe
sin embargo,
ahí está, enhiesta pero sin orgullo
su oxígeno
invade mis pulmones
y mi alma;
tiene la magia
que alimenta mis palabras
se renueva
mi decir;
da tanto
y nada pide,
no la moviliza mi agradecimiento
ni el ignorarla de muchos.
Cada vez que paso
mis luces se encienden al unísono;
los retos del olvido,
la certeza del instante,
acuden enseguida.
¡La vida y esa insistencia
en mi no renuncia!
así, ella
sublime, violeta
lo ignore.