Podrán decir
que no fuiste de verdad.
¿Solo un amigo?
¿apenas, un conocido?
nada de eso.
Mucho,
muchísimo más.
Por algo duele
de este modo,
esta noche, aquella otra,
al acostarme
y horas después,
al despertar;
siempre el mismo aullido interior:
tener que reconocerlo
¡reconocer que no me querés más!
no hay definiciones
ni encasillamientos.
Fuimos poco o nada
para muchos,
tanto, para ambos;
fuiste, sos
todavía,
aunque no estés acá,
así, ni por un segundo
me deslice entre tus pensamientos;
por cierto,
fuiste, sos
una de las pocas personas
que tuve o creí tener
de verdad.
De las que no se olvidan,
de las irreemplazables;
digan lo que digan,
así, yo misma me diga
lo que me diga;
¡el corazón
al mando, una vez más!
la cabeza puede organizar
una historia, digamos, conveniente:
puede explicar, justificar,
dar fin,
¡pretender convencerme, convencernos,
de que fue solo un recuerdo que pasó,
de que inventé, inventamos o reinventamos
aquella historia
para escapar, solo para escapar
por un rato, de la realidad!
si no querés decir corazón,
decí alma, espíritu, ¡destino!
nada, nadie,
ni distancias, ni tiempos, ni personas,
ni auto-convencimientos;
no hay quien o qué pueda
con lo que es, lo que se siente ahí, justo ahí,
en el rincón que solo nosotros
conocemos,
el rincón de los sueños
que quedaron truncos;
el rincón en que todavía
se vislumbra
para ese amor -entre tantas cosas-,
inexplicable,
una nueva oportunidad
que valdría la pena,
¡que valdría
la felicidad!