Mis pies sangran
todavía,
cuando recorro
cada sinuosidad de la memoria,
cada instante, cada detalle
que íbamos construyendo;
entonces
los cielos se desvanecían,
el sol se detenía
solo para mirarnos,
recostado en el horizonte,
resignado a no poder
siquiera, imitar nuestro fuego;
arden
mi piel,
mi sangre, todo mi cuerpo,
¡mi mente, mi espíritu!
saltaría, lo haría ahora mismo,
para caer en los brazos del pino verde
que tan bien huele en verano,
para saber qué se siente
al estar en otra parte,
lejos, muy lejos
de esta repetición de inexistencias;
cada día, todos los días,
más soledad, más tedio,
¡más vacío!
sin eso, el aire que me permitía respirar
al que vos llamabas, apenas, palabras
y para mí
era el excitante retorno
a esa juventud que no teme, en absoluto;
a la pasión más desbordada,
sin límites, sin retorno;
el regreso
al ser verdadero,
el que no se escondía ni escondía nada;
quiero que lo sepan,
no importa lo que piensen,
no importa si lo juzgan, si lo condenan;
me harté de fingir que sigo estando
cuando estoy en otra parte,
¡pues, el tedio, la rutina van a matarme!
por eso, basta de guardarlo,
de ocultarlo como si fuese un crimen,
basta de secretos, de engaños, de simulaciones:
¡amo a ese hombre,
así, sea una locura,
así, nos separen miles de circunstancias,
así, él no me ame ni me haya amado jamás!
al fin, me libraré
de esta tortura,
me arrancaré
esta máscara asfixiante;
lo gritaré y volveré a gritarlo:
¡lo amo!
a pesar de todo,
a pesar de él,
a pesar de quien sea,
a pesar de mí.