Este lápiz ignora
-yo también-
el motivo;
los renglones,
ancestrales compinches,
como siempre, aportan su blancura
aun si apenas, impulsan a reanudar el sueño;
siempre pareció una habilidad,
un don, quizás,
-en verdad, no me lo preguntaba-:
lo hacía, lo disfrutaba,
lo padecía.
no me resulta tan simple
hoy como estamos los que estamos
contarles algo movilizador, mostrarles un horizonte;
no es tan sencillo
invitarme, invitarlos
a seguir,
a pelearla,
día tras día
tras abrir los ojos
y entonces, preguntarse: ¿qué sigue?
¿cómo sigue, ¿cómo sigo?
¿proponerme, proponerles
un regreso?
no.
Podría sugerirles
imaginar, hasta planear
un mundo nuevo,
a idealizar ese cambio radical,
una especie de re-humanización;
pero aquí está el lápiz
aguardando, sentencioso:
-se parece cada vez más
a mis propios mandatos-;
el vacío que hoy ofrece
este blanco
es solo eso: vacío;
se extiende, poco a poco
o muy rápidamente,
a mis ideas, a mis ilusiones,
a mi sed de esperanzas,
de aspiraciones;
tal vez, quede huir,
pero... ¿cómo escaparle
a todo esto?
mis herramientas,
mis saberes,
mi vocación
posan en una fotografía arrugada;
todo lo que fui o creí ser
inmovilizado,
a la espera
¿de qué?
podría ser de palabras
que debería, necesitaría
transmitirme, transmitirles
pero han escapado,
ellas sí lo han hecho
¿quién sabe?
hacia alguna cabeza
plena de pensamientos
por cierto, optimistas;
quizás, habiten
algún otro vacío
no muy diferente,
no menos interminable.