Querría
reinventarte,
lograr
que fueras
como antes,
como ya no sos;
me encantaría
escuchar, una, otra y otra vez
esas palabras inocentes,
esas expresiones, esos gestos
plenos de ternura,
plenos de pasión;
siempre espontáneos,
-los que escribía el corazón-,
¡el amor
con toda su fuerza,
su plenitud,
capaz
de poseernos,
de transportarnos
a sitios inimaginables, encantados!
querría, realmente,
que volviéramos
ambos
a ser aquellos;
no haberme infectado
con frases, pensamientos,
prejuicios, falacias,
contactos nefastos,
¡decepciones!
querría
recuperar algo, un atisbo
de aquel ensueño,
de aquellos días
llenos de sol, de verde,
¡de vida!
de momentos ínfimos
que hoy me resultan
invaluables;
que hoy integran
el mejor racimo de recuerdos:
el más colorido,
el más perfumado;
pero, en fin,
estoy,
estamos acá,
se descorrió el telón:
quedó al descubierto
toda la mugre
del mundo;
las divisiones entre hermanos,
las ambiciones desenfrenadas,
la aversión por los sentimientos,
lo genuino, lo mágico.
Las perversiones,
las injusticias,
ese impulso constante
de bajar los brazos
así, insistan
en que hay que seguir,
en que todo va a cambiar.
¿Todo va a cambiar?
La magia
abandonó sus misteriosos recodos;
o tal vez, quienes deseábamos hallarla,
quienes la hallábamos,
renunciamos a su búsqueda,
dejamos de interesarnos en ella;
¿cómo regresar?
no hay retorno
para los instantes,
las vivencias,
las personas
que fueron parte
de nuestra vida
y por uno u otro motivo,
ya no lo son;
pero nos tenemos,
los que todavía
estamos acá,
los que estuvieron acá
y hoy, en otros lugares;
todos respirando como podemos,
sobreviviendo al advenimiento,
como dicen,
de un "nuevo orden mundial";
vislumbrando
el acabóse de tantas risas,
libertades, emociones,
entusiasmo,
juegos,
complicidades;
esa fiesta
en que lográbamos convertir
un día cualquiera,
en un lugar cualquiera,
solos, acompañados;
todo se presenta
desabrido,
opacado,
sin sustancia,
sin sentido;
no nos abrazamos,
apenas, nos acercamos:
-el otro
puede portar esa temible enfermedad-;
el otro
ya no es un posible amigo,
puede engañarnos,
puede utilizar nuestra identidad,
puede mentirnos, atacarnos,
¡matarnos!
así estamos.
Algunos, con barbijo,
otros, sin;
haciendo, diciendo,
casi siempre o siempre
a solas
consumiendo
lo que podemos;
ansiando,
sufriendo
por lo que no podemos obtener.
En aquel antes
tampoco podíamos obtener
muchas cosas;
sin embargo,
había reemplazo para ellas:
el afecto, las expectativas,
¡los sueños!
los cafés
en medio de los apuntes,
de las servilletas con palabras,
corazones,
transformadas
en un pájaro, un clavel;
sin apuro,
¡sin miedo!
no había tiempo
para cuestionárnoslo todo,
aunque el tiempo sobraba
¡para estar en donde estábamos,
haciendo lo que teníamos, queríamos hacer,
nunca con la cabeza en otra parte!
para conversar
de lo que sea, con quien sea,
¡para escucharlo!
para leer,
para mirar, atentos, el cielo,
pletórico de estrellas
y de pronto, una noche:
¡una estrella fugaz!
entonces, pasara lo que pasara
nunca olvidábamos
pedir, en silencio,
tres deseos.
Pregunto:
¿cuáles serían hoy
esos deseos?