Si uno, vos, yo,
nos sentimos cansados,
si un agobio tremendo
parece asfixiarnos;
si la mente vuelve a engañarnos
-tal vez, lo hizo antes-
con el cuento
del no podés más,
rendite...
Por mi parte, no adhiero, no me entrego
como antes,
dudo, me abstengo,
¡insisto!
no soy de los que decaen,
no va a convencerme un pensamiento malicioso
proveniente, sin dudas, de mi parte oscura,
no de nuevo;
siempre habrá un recodo,
esa bailarina que no deja de danzar y danzar
sobre la caja musical,
un recuerdo,
un abrazo que aun oprime el corazón,
un sueño
sin concretarse,
pendiente,
¡vivo!
es preciso bucear en nuestro interior:
es muy probable que esté allí,
agazapado,
a la espera
de que se lo despabile,
se le quite el polvo
de la desidia,
se lo reactive.
No es tan complicado.
¿Qué quise hacer, ser
desde que era niño, adolescente?
¿qué hice en pos de hacer y ser
aquello que siempre deseé?
podrían ser algunas de las preguntas.
Por suerte,
muchas veces, se hallan
las respuestas.
Queda sonreír,
abrir la pesada puerta de entrada
y la aun más pesada del espíritu,
dejarnos llevar
y comenzar
o reanudar
nuestro propio camino.