Cuando durante un tiempo
no se estuvo bien,
no se pudo hacer lo que fuera,
por las razones que hayan sido,
de pronto,
al despertar de ese lapso incierto,
muy difícil,
uno siente
como si resucitara;
el azul del cielo
es otro, ¡mucho mejor!
más verdes, más brillantes,
el césped, los árboles;
la lluvia, más fresca,
musical, renovadora;
las pequeñas florcitas silvestres
se destacan como perlas,
dignas del mejor collar;
el amor, la amistad,
la compañía,
todo sentir
se exacerba,
brota como elixir de sangre;
se encienden los pómulos,
el corazón late desmesurado;
cual si de pronto,
de la galera de un mago
surgiera
¡la vida!
e inesperadamente, se la percibe,
se la huele, se la saborea,
como la incesante sorpresa
que siempre fue
pero no se supo ver.
¡La mejor sorpresa
que pudo haberse recibido!
algunas veces,
es cierto, se la consideró
de ese modo;
pero es muy distinta
la sensación
luego de un periodo
complicado,
que se creyó, incluso,
inacabable;
así, cada letra cuenta,
cada sílaba, cada palabra,
integran una ronda, se hamacan,
frenéticamente, en la cabeza,
en el espíritu
que se despereza,
retorna con su fuerza demoledora;
todo se particulariza,
se destaca especialmente,
¡luce maravilloso!
como si hubieran dispuesto
el mejor de los banquetes;
la vestimenta habitual
cobra vida,
¡se vuelve atuendo de fiesta!
lo más curioso
es que surgen ganas
de lo que nunca se tuvo ganas,
o ni siquiera
se pensó en ello.
¿Un nuevo camino
o el camino que nunca nos atrevimos
a transitar?
y no se supo ver.