El sol
despliega su fuego
sobre el balcón
con el que alguna vez
soñé;
hoy
desearía que se convirtiera
en césped,
abrir
el ventanal
y asomarme a un jardín
como los de los cuentos de hadas:
con esas florcitas pequeñas,
las que adoro,
salpicándolo todo,
sin que nadie las haya colocado allí;
pero tengo la suerte
de poder imaginarlo...
mi corazón, mi espíritu,
se encienden, recuperan sus ansias,
mientras
me recuestan sobre esa alfombra mullida,
siempre con los ojos cerrados, claro.
Despreocupada, ¡al fin!
de todo,
solo visualizando,
solo viviendo,
¡solo siendo!
todo está aquí,
en mi centro
o más adentro;
no importa el afuera,
si sale el sol, si llueve, si hace frío, menos frío,
calor;
ese mecerse tranquilizador
del manchón verde
podría estar aquí nomás, más lejos
o mucho más lejos;
lo importante
es que nunca
se aparte de nuestro ser interno;
lo importante
es nunca desistir, nunca renunciar,
nunca dejar de desear,
¡insistir, insistir,
insistir!
aun en lo que nos parece
imposibilísimo;
¡la vida está ahí mismo!
con ellos, con otros, con todos
pero básicamente,
dentro de uno.