Te imagino
en ese sitio
tan distinto,
tan similar;
finalmente,
todos los humanos
padecemos, sentimos,
nos enojamos, nos alegramos,
casi casi
del mismo modo;
así,
nos expresemos, actuemos
según nuestras respectivas particularidades,
idioma, historia, hábitos, etc;
pienso
que todo tiene que ver:
tu siguiente primavera
será mi próximo otoño,
así,
los opuestos.
¿Se atraen?
no, no quiero volver a pensar
en aquello;
duró lo que tuvo que durar,
se acabó de la más horripilantísima forma
y así estamos.
No sé, de todos modos,
si tu inminente primavera
te devolverá parte de aquello:
el olor, el sabor
de esos días compartidos
a la distancia;
no sé qué pasará conmigo
en mi inminente otoño;
además de alegrarme
su llegada,
de disfrutar como loca
de esos árboles coloridos,
de esas hojas crujientes,
multicolores,
renovando esta ciudad gris,
llevándose, ¡al fin!
a este extenuante verano;
quizás, estuviste cerca
y no lo supe;
es muy probable
que así haya sido
y que no me lo revelaras,
dada nuestra abrupta,
violenta, definitiva
despedida.
Dudo de que haya otra oportunidad,
aunque hay una parte de mí
que aún la espera, la desea, la palpita.
En fin, como dije,
no quiero volver a esa cuestión.
Todavía se me disparan estas tontas lágrimas
cuando te recuerdo;
y si no te recordara
-eso sería imposible
pero lo intento, creeme-
también sería
doloroso, mucho más;
¿qué voy a hacer
el resto de mi existencia?
¿quedarme con apenas, esos extractos textualizados
guardados, celosamente, en la mente,
en el alma,
sin saber jamás si hubo de tu parte algún sentimiento,
si hubo, -perdón-,
amor?
¿es todo
lo que quedará,
es decir, nada?
¿O simplemente
y muy tristemente
el maldito
olvido?