No sé
si mis buenos deseos
bastan;
nada podrá
con aquellas frases
duras,
fuertes;
sé que las tienen presentes,
no hay nada que pueda hacer ni decir
para que las olviden;
en fin,
la vida es corta
y se vislumbra más corta
a medida que transcurre el tiempo,
a medida que se conjugan
injusticias, padecimientos,
miserias de todo tipo;
el mundo -o sus integrantes-
apuntan a la creencia de una inminente desintegración
absoluta;
en tanto,
el amor insiste en devaluarse
y cada vez más se valora a alguien
únicamente por lo que posee;
¿no más
por lo que es,
por lo que significa o significó para alguien,
para algunos?
¿no más por lo sus acciones
en pos de un cambio,
así fuera ínfimo?;
quizás, para despertar
aquella ancestral fascinación, aquel esperar
sin desesperar,
aquellos encuentros, abrazos,
¡aquel modo de vivir, el de no hace tanto!
pero no todos lo comprenden
y es inútil insistir.
No quiero pensar
en que todo acabó,
en que detrás de cada sonrisa
hay una lágrima oculta;
detrás de cada palabra
en apariencia, amable, afectuosa,
un gran dolor,
una enorme sensación
de haber perdido todo;
la idea horrenda
instalada
en varios, en muchos
de que nada podrá cambiar
el fin que se anuncia,
¡el fin que algunos parecerían estar esperando!
no, me resisto,
por mi parte,
sigo escribiendo,
ustedes, todos merecen palabras, merecen aliento,
¡merecen historias, merecen
amor, comprensión,
una palmada en la espalda!
también merezco todo eso
y este don que no acabo de agradecer
es lo que me incentiva, da sentido
a mi pequeña existencia,
sin grandes estridencias,
sin globos de colores,
sin éxitos...
o sí:
el éxito
me llega a través de ustedes;
gracias por ello,
gracias por tanto,
queridos lectores.