Y dormirán
plácidamente
los honestos,
los nobles,
los de corazón puro;
los que no resignan
ni lo harían
su dignidad,
sus valores,
por nada,
por nadie;
velará su sueño
la conciencia limpia,
su conducta impecable;
dormirán
y soñarán
con hacer las cosas
mejor, mucho mejor;
verán alejarse, al fin,
a la oscuridad
cerrar su telón nefasto,
para abrirse, en cambio,
los cortinados luminosos,
los que miran
al cielo;
soñarán
que no existen peligros
afuera
ni adentro de sus casas;
soñarán
con que será posible
salir de sus hogares
en cualquier momento del día,
conversar con un vecino,
un conocido,
en la vereda,
en donde sea
sin estar tensos,
ni atentos a quien pasa cerca,
y si caminan por ahí
no necesitarán mirar, cada tanto, hacia atrás,
por temor a los que los siguieran;
el buen hombre,
la buena mujer
reirán,
reirán mucho
hasta mientras duermen;
les llegará, al fin,
ese premio:
el retorno de la alegría
en sus ojos, en sus espíritus;
¡despertares sin sobresaltos!
¡despertares sin angustia,
sin lágrimas!
sin miedo.
Comenzar el día
sin verlo como una nueva contienda
en pos
de la supervivencia.
¡No más supervivencia,
volverá la vida, la vida de verdad!
algún día,
les digo,
todo esto sucederá,
volverán las reuniones familiares
plenas de anécdotas, de bromas,
¡de felicidad!
seremos felices,
porque lo merecemos,
porque no dañamos a nadie,
porque trabajamos, estudiamos,
soñamos, nos impulsamos a crecer
¡impulsamos
a otros a crecer, a ser, a no renunciar!
los que queremos lo mejor
para todos
podremos relajarnos
y dejar de temer.
Tendremos paz,
así, no nos demos cuenta,
como antes,
como tantos que nos precedieron:
por ellos,
por los nuestros,
por nosotros.