Tímido,
este invierno.
Se cuela
sutilmente
entre los días
que fingen primavera;
¡ese sol!
nos devuelve la sonrisa,
el ímpetu, la energía;
tímido,
este invierno
cada tanto,
se hace presente
por dos o más días:
para los poetas
siempre son interesantes
los días fríos,
aun grises:
siempre habrá una servilleta,
un anotador, una lapicera
y uno, dos cafés humeantes
entibiando el estómago,
impulsando
a las ideas,
al empeño,
a la exposición,
más, menos ficcional
de tantos renglones,
tantos escritos;
algunos
por venir
en este invierno,
en las próximas estaciones,
cuando sea.
El arte
no exige lugares ni temperaturas
ni horarios.
De pronto, surge
y es preciso ponerse
a trabajar;
¡no se padezcan los días gélidos
cuando existen tantos calurosos!;
debe existir esa dualidad,
si no, ¿cuál sería la gracia?
un abrigo, ninguno,
muchos abrigos
da igual;
las letras
no interrumpen su danza
en los recovecos de las mentes abiertas
a la experimentación,
a la observación,
a la transmisión
de todas esas emociones,
de todos esos pensamientos,
añoranzas, deseos;
¡fabulaciones!
por eso,
el pájaro de colores,
el que se posaba, cada tanto,
en el balcón
debe estar emitiendo
su trinar tan especial
en sitios más cálidos.
¿Volverá?
(el invierno
permite, por un rato,
días sin frazadas).
De todos modos,
su presencia,
su cántico
están instalados
en mi alma;
sin dudas, será siendo parte de mis sueños,
de mis recuerdos más vívidos,
en mis escritos,
en mis entre-líneas.