Ellos no muestran
sus bienes
-o sus males-;
altos paredones
develan (es lo que buscan)
lo que hay o podría haber
detrás;
si no,
¿por qué
esos muros?
¿por qué esas alarmas,
esas cámaras?
¡con lo lindo, lo perfumado
que era aquel pequeño jardín
con rosas rojas y jazmines
de mi abuela!;
daba a la calle,
expuesto a la vista de cualquiera:
-a veces, alguno le robaba una rosa-;
pero no había muros
escondedores;
no había nada que tapar, ni fingir,
eran lo que eran,
éramos lo que éramos;
por suerte,
tuve ese ejemplo
y el de mi papá;
un auto sencillo,
comprado con gran esfuerzo;
nada que esconder,
nada que negar,
nada que temer.
Un laburante
se decía entonces.
Y él lo decía de sí mismo,
con orgullo,
pues básicamente, aspiraba a sostener a su familia,
a que no nos faltara
nada de lo necesario;
¡qué importante
esa imagen, ese comportamiento
imborrables,
en la mente, en el alma!
¿cómo son,
cómo serán los descendientes
de los amurallados?
¿vivirán con miedo
a que les quiten sus juguetes?
¿retacearán sus lápices,
sus libros, lo que fuera?
¿serán egoístas, ocultadores,
negadores, jactanciosos
como sus ancestros?
es probable
que así sea,
es probable.
Tal vez, nunca sabrán
de esfuerzos, de obtener las cosas
mediante sacrificios;
¡qué lástima!
porque si se da así, nada tendrá valor
para ellos
o al menos, no el valor
que tuvo para mi hermano y para mí
lo que fuera que nos compráramos,
nos dieran, obtuviéramos con nuestro trabajo,
y lo sigue teniendo.
Ni uno ni el otro
se ocultó;
ni uno ni el otro
ostentó nada, en absoluto,
pues todo nos costó, siempre,
-algo que hoy parece obsoleto,
estúpido, también-;
me encanta salir a la calle,
respirar, mirarlo todo,
sin temores, más allá de la inseguridad,
más allá de tener en cuenta ciertos cuidados.
Y detenerme a fotografíar
árboles, a mi enredadera querida,
determinados sitios;
Nunca con una armadura hermética,
nunca con una actitud
aprensiva;
jamás la más mínima creencia
de ser más de quien sea,
pues nadie lo es,
de ningún modo.
Todos tenemos miedos,
todos sufrimos enfermedades,
amores complicados, distancias,
pérdidas.
¡Eso y tantas cuestiones
nos igualan!
Nadie, ninguno como la muerte
lo sabe.
Y no discrimina.