lunes, agosto 07, 2023

Huir de la felicidad

 Entre las tantas miradas

 que se cruzan con la mía,


acá nomás,

al salir de mi casa,


en las veredas,

en las calles,


en los comercios,


en alguno que otro café,


donde sea;


entre las muchísimas miradas,

algunas conocidas, otras que no distingo

o jamás vi


se desliza

una mirada que jamás olvidaré,


por más que crea que es así,

por más que lo intente


o ya ni siquiera lo intente.


Ojos soñadores

como pocos,


con una picardía,

muy particular,


al mismo tiempo;


miradas que sabían

lo que tenían o deseaban expresar


siempre.


Me observo en el espejo:

¡cómo cambió mi propia mirada

desde que no veo, ni siquiera en fotografías,

la tuya!


quedó instalada

esa expresión

que sí ríe, ocasionalmente,


pero tiene mucho llanto

encerrado,


oculto


para quienes no me conocen,

también para los que sí.


(¿Por qué contarles

esta historia tan triste?)


un día...

¡que venías!


miles de kilómetros

atravesaste.


Yo esperando,

no sabiendo qué hacer,

qué iría a pasar o qué no iría a pasar,


yo esperando,

ansiosa, temerosa, alegre,

pero no tanto;


imaginé, de algún modo,

que no iría a suceder.


Tu tren pasó

¡literalmente!

frente a mi balcón


pero no bajaste.


No te atreviste.


Tuviste miedo, ¡no eran tan intensos esos sentimientos,

esa pasión!


tal vez, consideraste que no valía la pena 

el riesgo de perder tu estúpida rutina,

con todas esas personas que ni siquiera te importan.


Yo lo sabía.


Tampoco fui la "gran valiente".


Hubo una ocasión en que pudimos,

en que casi lo conseguimos


y reconozco haber sido yo

la que, quizás, temió perder su estúpida rutina.


Así somos, a veces,

las personas


o algunas.


Tantos deseos,

tantos planes, 

todas esas ansias incontenibles


y cuando podemos lograr

algo, lo que fuera


nos retiramos,

nos negamos,


nos ocultamos.


¡Como si huyéramos


de la felicidad!


Cristina Del Gaudio

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