¿Nuestro amor
era tóxico,
una enfermedad
quizás, aun hoy,
incurable?
me lo pregunto
pero...
¿qué voy a hacer ahora,
cuando quedan secuelas
y pese a mi deseo o necesidad
de olvido,
te recuerdo
esté donde esté,
haga lo que haga?
pues,
¡todo y tan poco
me lleva a recordarte!
todas las estaciones,
con sus particularidades,
el frío, el calor,
la niebla, el viento,
la lluvia...
una simple taza de café,
unos renglones en algún libro,
unas palabras
que improviso en un cuaderno;
como sea
por lo que sea,
estás aquí,
es como si pudiera ver mi corazón
por dentro
te sonrío,
me sonreís:
no parece
tóxico ni enfermizo;
o tal vez, sí,
porque irrumpe frente
a otras posibilidades,
otras personas,
¡otras opciones!
¡nadie supera
ni superará
vara tan alta!
de ese tremendísimo
sentimiento,
volcán inextinguible
de pasión,
de ternura,
de deseo;
entretanto,
sigo con estas y tantísimas líneas
evocándote
mucho más de lo que quisiera,
mucho menos;
con o sin sentido,
con o sin objeto,
solo por desahogarme
¡y no logro desahogarme!
¡Y no consigo escaparle
a ese influjo, ese poder
que todavía
moviliza los hilos de cada acto,
cada pensamiento, cada proyecto,
cada sueño!
¿un títere
de una locura de amor
que lo fue en demasía
y ya no existe?
o no para vos,
-lo ignoro-.
Habrá otras primaveras,
renacerá el bendito cerezo,
cubrirá esa vereda,
esa calle, con sus souvenirs rosados
y esto no terminará
nunca:
Esto
que me pasó,
me pasa,
-al parecer,
seguirá pasándome-.