¿Cómo no pensé
en que vendrían días difíciles,
en los que nada
lograría, logra saciar
la mente, el alma?
¿cómo no pensé,
no me di cuenta
de que el verano acabaría,
llegaría el dulce otoño,
antecesor del impiadoso invierno
y vos no estarías
ni aquí, ni allá,
ni en ningún medio,
ni por escrito, ni por mensaje de voz,
de ningún modo
nunca más?
pensé
en que todo pasaría;
luego de tantos años
en que hubo tanto de tanto,
y después de tantos otros años
menos, más cercanos
en que hubo también
mucho, bastante
de todo lo que nos significamos,
de todo lo que recordamos,
revivimos;
¡una pasión de aquellas!
- vos mismo lo dijiste-
que no a cualquiera, supongo,
se le presenta
en la vida.
En resumen,
creí que me perdonarías.
No fue tan grave
¿o sí lo fue?
hoy
desde tan enorme distancia geográfica y temporal
parece una nimiedad,
una reacción, tal vez exagerada,
ante una actitud de rechazo
repentina,
inesperada;
¿sabés, tenés idea
de cuánto, ¡cuánto! dolió?
¿de las consecuencias
de mis actos, de los tuyos?
quedé como paralizada
por un largo periodo,
sin ganas de hacer nada,
casi muerta,
sin decir
casi, una palabra,
¡sin ganas de escribir,
lo que en mí significa todo,
mi existencia, mi sentido!
no imaginé
que luego de tanto tiempo,
seguirias obstaculizándome todos los accesos;
¡borrarias tus fotografías,
cada indicio, hasta el más insignificante!
¡qué injusto!
vos
podés hallarme
acá, por teléfono,
en redes:
-esto de ser escritora
no me permite invisibilizarme,
lo sabés-.
Me pregunto:
si en verdad, quisiera dañarte,
¿te permitiría la opción de verme,
así sea, virtualmente,
de leer mis opiniones,
mis poemas, mis historias?
nunca te haría daño,
si alguna vez lo hice,
(tal vez sí).
Dejé de culparme
hace tiempo
y no voy
a reincidir,
no voy
a quemarme la cabeza
con aquello,
¡no de nuevo!
pasó.
Yo era otra,
se crece,
se aprende
día a día.
Probablemente, en eso estoy
y espero estarlo por el resto de mis días:
¡aprender!
entre otras cuestiones,
a perdonarte,
a pedir perdón,
a dejar de culparme,
a dejar de culparte.