Una palabra
que la aleje del mundo
al que probablemente,
por temor al cambio,
por falta de decisión,
quedó aferrada
como la enredadera violácea
al poste de luz;
pero la enredadera
no vivenció antes
ni lo hace ahora,
ni lo hará,
ni siquiera similar sensación de vacío, de soledad
a la que L experimenta,
aun sabiendo que debería hallar la salida
no sabe cómo o no se atreve;
ella
que fue libre
alguna vez
o por mucho tiempo,
hoy
atrapada
en medio de negros pensamientos;
odiando su vida,
odiándose por no hallar el escape.
Y nadie lo sabe
o a nadie le importa.
L sonríe
y no lo explica,
¿para qué?
jamás la entendieron,
no pensó, no piensa, no sintió, no siente
como el común de las personas
y eso nadie se lo perdonó
o si lo hizo fue por un tiempo
(o lo fingieron).
Lo cierto es que L deambula
por su pequeña casa,
dejó de probar alternativas,
dejó de imaginarse en otra parte,
¡dejó de soñar!
el tiempo transcurre
y no da tregua.
L se da cuenta;
a veces, se preocupa,
otras, finge para sí misma
que todo está bien,
que es lo que tiene que ser,
¿lo que merece?
se juró en una ocasión
que nadie decidiría por ella.
Y así se dio
durante largos años.
Hoy es la sombra
de quien fue,
no decide, no actúa,
se atemoriza ante cualquier posibilidad
de cambio,
se detuvo
en un pasado que hace rato
expiró
y allí quedó,
sentada
esperando un tren
que una parte de ella
cree que llegará.
Pero en el fondo
o a sabiendas
es consciente
de que eso no sucederá.
Aun así,
sigue aguardando
lo absolutamente imposible,
advirtiendo, cuando lo hace,
su urgente necesidad de un propósito,
mas pone muy poco esfuerzo
-¿desidia? ¿resignación?-
en seguir, seguir y seguir
enfocada.