martes, octubre 10, 2023

Uno nace...

 No es que se nace


y de la nada,

una lapicera, un papel,

un lienzo, una paleta de colores,

un instrumento, una planta,


un mueble de madera,

una tela, un ovillo de lana,

una torta, una taza de café,


un ladrillo, un muro,

una lámpara, un cable,


una tiza, un tubo de ensayo,

un señalador, un libro,


una idea,


una capacidad determinada,


un afán por arreglar objetos,

imaginarlos, inventarlos;


uno nace.


Con el tiempo,

las distintas conexiones


con otros, con sus costumbres,

conocimientos, prácticas;


con las propias,


con su entorno,

con otros,


con sus maestros,

profesores, amigos, familiares,

vecinos, 


con su barrio,

con las rutinas de sus habitantes,

de sus comerciantes,


con sus productos,

con su manera de vincularse

con uno, con todos,


uno nace.


Y una incalculable

información


va penetrando,

en poco, más tiempo


en su mente,

vacía de conflictos,

pura, inocente,


rodeado de muchos

o de nadie;


pasado el tiempo

de la "incomunicación",


comienza a aprender

una lengua que le es habitual oír,

expresiones que los incitan a...


-la lengua materna,

se dice-.


También la paterna,

la de sus hermanos, 


más allá

de aproximarse,

en poco tiempo,


a los medios de comunicación,

televisión, celulares, computadoras;


sitios virtuales

que contribuirán para mal, para bien


en esa organización de un entramado mental

aun siendo muy joven, ávido de aprendizaje


o simplemente,

de entretenimiento,


por curiosidad,

por no sentirse apartado

de sus compañeros de clase,

de sus amigos,


del mundo.


Uno nace.


Y toda la información

va llegándole.


La información

que eligen otros


que no sabe en dónde están

y cuál es su propósito.


Así, queda expuesto

a miles de situaciones riesgosas,


también, enriquecedoras;


hay de todo

en el universo real, digamos,


como en el virtual.


La belleza, las afinidades,

los afectos, la pseudo-confianza en quien sea,

la desconfianza


que provocan, incitan

estos medios tecnológicos,


se aúnan con la que se generan, habitualmente,

con un conocido, un colega, un compañero,


en la calle, 


en un bar,

en un boliche,


en una biblioteca,

en la Universidad,


en un ámbito laboral, de estudio,

a distancia y sin distancia;


todo pasa a conformar

a ese ¿humano? en que uno se convierte.


Las emociones, las reacciones,

los errores, las distracciones,


los esfuerzos,

a veces en vano,


otras veces,

provechosos;


los amores

duren lo que duren


terminen

como terminen,


haya sido esto previsto

o no;


las discusiones,

los distanciamientos,

los temores;


los padecimientos

psicológicos, físicos;


¡somos un conglomerado

de circunstancias, vínculos con personas de todo tipo,

pensamientos, axiomas!


algunos que nos inculcan,

otros, propios

-o ¿quién sabe? heredados-;


sueños que solo son nuestros (?),

sueños que responden a vivencias

relacionadas con algunos que ya no están,


que siguen estando,

que influyen de una manera u otra en nuestra psiquis.


Esto y tal vez mucho más y menos

es lo que somos.


Para mal,

para bien.


En definitiva,


sería bueno escoger

lo que nos plazca,

-en un supuesto ambiente de libre elección-,


ser


lo que deseemos, estemos destinados

a ser:


según nuestra vocación,

habilidades, talento, convicciones.


Y no guardárnoslo.


Entregarlo.

Entregarse.


Y es todo.


Lo demás,


depende, precisamente,


de loS demás.

Cristina Del Gaudio

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