Me doy cuenta
cuando me estoy queriendo poco
o un poco menos:
la sonrisa
cuesta,
el goce
de esos pequeños detalles
en los que tanto enfatizo,
no me resulta,
no me llena,
no me energiza;
¿qué hacer?
buscar alternativas,
planear, de algún modo,
felicidades ínfimas,
momentos
que encienden, renuevan las ganas,
devuelven la alegría
-la de verdad-.
Nunca fui
no soy de fingir sentimientos,
estados de ánimo,
nada;
y algunos
a los que no parece resultarles mal
ni difícil
no lo entienden;
y se quedan
con la cara triste
o melancólica,
con el andar
apesadumbrado;
aunque solo se trate de un día
en que no conseguí
-o no intenté-
sentirme, verme iluminada,
creativa,
deslumbrada
por tanta belleza natural,
ni por alguien,
ni por vos,
ni por mis letras,
ni por nada
de nada.
Hay días
cero.
Como los hay
diez o cien o mil.
Lo siento.
Hoy no me acompañan
los hados,
hoy no me acompaña
mi ancestral corifeo de vocablos, frases,
historias.
Pero lo hará.