Aunque el mundo
se desmorone,
miles de almas
deambulando
de aquí para allá;
miles de víctimas
de miles, ¡millones!
de injusticias, mentiras,
explotación, abusos;
virus, desastres naturales,
todo tipo de violencia, discriminación,
pobreza, carencias de cualquier índole;
todo un desastre,
todo reparable
-pero que no conviene
a algunos intentar, siquiera, reparar-.
Así
se caiga en mil pedazos
lo mucho, menos, nada
que tenemos
¡ahí está el amor,
la poesía,
las palabras elevadoras
de espíritus alicaídos!
las fuerzas
de tantos que padecen
enfermedades,
dificultades, obstáculos
insalvables;
ellos
aún se aferran
a la esperanza;
creen, apuestan
a la vida como nadie,
porque el afecto, la comprensión,
porque las letras,
porque las frases justas, apropiadas,
son un enorme empuje,
absolutamente necesario,
así como todo otro arte:
la música, por ejemplo,
nos devuelven,
elevan nuestra humanidad, nuestros códigos,
nuestra bondad, nuestra empatía,
así hoy esos, los demás valores
estén, en algunos sitios, tan subestimados;
por eso,
no cedamos
a las mezquindades, al odio,
a la negación del que piensa en forma distinta,
a ignorar al que sufre,
al que necesita nuestra mano,
nuestro abrazo,
nuestro decirle verbal y tácitamente:
¡aquí estoy!
¡para vos,
para lo que sea!